A partir de los 30 cumplir años tiene poca fiesta; ni la cata anual de la tarta de la abuela consigue emocionarnos como antes. Y es que en esta década abandonamos (un poco) el materialismo de los veintipocos y damos la bienvenida al aterrador mundo de los regalos “experienciales”. La antesala de la crisis de los cuarenta hecha cofre válido por una noche en una casa rural. Nosotras preferimos sacar la lista de restaurantes pendientes, esa que no para de crecer cada mes, y dejar los cofres para los piratas.
El lugar elegido para resarcirnos en esta ocasión fue Triciclo. Ya sabéis lo que dicen, viajas por medio mundo y no conoces lo que tienes al lado de casa. Eso es justo lo que nos ha pasado con una de las referencias del buen comer en Madrid; eso y que es de los que tienen las reservas cerradas para dos o tres meses. Sí conocíamos a su hermano pequeño Tandem, que está en la misma calle y ofrece una comida más de andar por casa, aunque igual de resultona.
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Bacalao con sopa de cebolla
Lo primero que hay que decir de Triciclo es que es un sitio bonito sin resultar pretencioso. Vigas de madera vistas, la luz justa y detalles como una preciosa vajilla de animales o la jarra vintage de agua. Nos pareció un punto a favor que sirvan agua sin tener que pedir una botella. Llegamos para inaugurar su carta de otoño, primera semana de rodaje. De aperitivo, unas patatas fritas caseras con una salsa de ajo muy suave y un chupito de gazpacho de tomates verdes.
Sorprenden la cantidad de platos fuera de carta y el tamaño de algunas raciones. Generosas las medias de ensalada de burrata con sardina ahumada (de mojar pan en el plato) y bacalao con sopa de cebolla y pil-pil de hongos, con el que casi se nos cae una lagrimita de emoción. Correctas las verduras de otoño con yema de huevo y emulsión de jamón ibérico y aún mejor el toque del aceite Arbequina. Por su parte, el anticucho de carrillera de cerdo ibérico con arroz y papa al fuego nos demostró que contundencia y delicadeza no están reñidas. Otro plato que es una pequeña obra de arte para enmarcar.
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Ensalada de burrata con sardina ahumada
Para terminar pedimos la manzana, un postre rico pero demasiado sencillo para su precio. Tomamos nota para probar el brioche en nuestra próxima visita; la mesa de al lado pareció disfrutarlo mucho y la envidia nos corroe. Apuramos la copa de vino Tocat de l’ala, un cortado y corremos a la oficina para seguir trabajando. Comer fuera a mediodía es lo que tiene. La vuelta a la realidad es como subir una cuesta del Barrio de las Letras en triciclo. Volveremos.
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Manzana, nata, romero y nueces
Lo mejor: carne y pescado en su punto y se agradece que te ofrezcan el agua sin tener que pedir una botella.
Lo peor: espera excesiva para el último plato, postre y cuenta. La comida se alargó más de lo esperado.
Triciclo
c/ Santa María, 28 (Madrid)
Cerrado los domingos
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